La Fontana di Trevi es posiblemente uno de los lugares más deseados de Roma. Un lugar de peregrinaje para las miles de personas que cada año se acercan a la ciudad eterna. Un símbolo del arte. Un símbolo del romanticismo en la edad moderna que hunde sus raíces en el barroco y que ocupó su espacio en el mundo gracias al baño prohibido de Anita Ekberg en la “Dolce Vita” del maestro Fellini. Amigos, familias y, sobre todo, enamorados se acercan hasta sus aguas para pedir un deseo, sellar su amor o admirar una de las grandes joyas de la capital italiana.
Recuerdo perfectamente mi primer contacto con la Fontana di Trevi. Iba con mi novia callejeando entre las estrechas y serpenteantes calles del barrio al que da nombre cuando de repente apareció ante nosotros.
El Sol se empezaba a marchar por el horizonte, y al tiempo que las primeras estrellas se encendían en el cielo, lo hacían también las estratégicamente colocadas luces de la fuente. Era mucho más grande de lo que había imaginado. Y más hermosa.
La fuente ocupa toda la fachada del palacio contiguo. O mejor dicho, la fachada está pensada en función de la incansable fuente de agua que brota sueños sin cesar. Con grandes estatuas que representan una dramática escena, tan populares en los tiempos en los que el arte se elevó a le enésima potencia.
Son los romanos encontrando agua pura con la ayuda de una virgen. Primero se construyó una pequeña pila para anunciar esa llegada del agua a la ciudad. Pero al Papa Urbano VIII le parecía poco espectacular y ordenó a Nicola Salvi que construyera algo que deslumbrara al mundo. Y lo consiguió. Aunque no llegó a verlo con vida.
Hoy en día la Fontana di Trevi es uno de los palpitantes corazones del centro de Roma. El lugar perfecto en el que alojarse para visitar toda la ciudad a pie y cada noche, antes de irte a dormir, acercarte a ella o a cualquiera de los monumentos que la pueblan, para desearles buenas noches. Hay gran variedad de apartamentos en alquiler de los más acogedores, como los que ofrece Oh-Rome, que te permitirán disfrutar del callejeo urbano de la ciudad a un precio más económico que los hoteles de la zona.
Porque despertarse por la mañana y bajar a comprar unos cruasanes recién hechos con Nutella para el desayuno y vivir el arte en primera persona, es uno de esos lujos que en cualquier viaje que se precie, no hay dinero que pueda pagar.
Si ves una vez la Fontana di Trevi, te aseguro que necesitarás verla una segunda, una tercera y una cuarta. Y a lo mejor, varias veces más. Porque al alba, con la luz del día, la sombras del atardecer o los brillos de la noche, esta fuente es, a buen seguro, la más hermosa y famosa del mundo.
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